El gremio de los deportes electrónicos es emocionalmente agotador. Ni siquiera son necesarias unas condiciones abusivas, el aprovechamiento sistemático de la pasión de quienes trabajan o la corrupción inherente a cualquier lobby. Los esports parecen poseer un carácter inmaduro y vomitivo por naturaleza, plagado de niñerías, envidias y eternas comparaciones. Una toxicidad a la que no ayudan el absoluto los Mahou Esports Community Awards. La última herramienta de marketing ha decidido centrarse en otorgar premios a distintas categorías relacionadas con los esports en España, a saber: Programa de entretenimiento del año, Mejor cuenta de redes sociales, Mejor equipación de esports, etc.
Una maniobra inocua, en apariencia, que esconde toneladas de irresponsabilidad y negligencia, conceptos a los que ya estamos acostumbradas/os, por desgracia, las/los muchas/os que intentamos hacernos un hueco en esta industria. Porque este campo es uno de élites, amiguismos y enchufismo. Condiciones sine qua non para llegar a los escasos puestos que gozan de unas condiciones que permitan desarrollar tu actividad con una mínima seguridad económica. El resto no existe: es polvo. Trabajos pagados por debajo de cualquier sueldo mínimo, fuera de convenio alguno y a los que la mínima inspección laboral tumbaría. Es decir, polvo.
Me pregunto si, a causa de ello, no hay periodistas que puedan ejercer su profesión con seguridad. Vuelvo a preguntarme si, por esto, dos de los cuatro nominados a la categoría Mejor periodista del año no son periodistas. Y, finalmente, no puedo por menos que preguntarme si será cierto aquello de «no atribuyas a la maldad lo que puedas explicar con la estupidez». Al fin y al cabo, los Mahou Esports Community Awards son unos premios a la popularidad. Galardones cuyos nominados han sido elegidos por el público, me atrevo a intuir, sin ningún tipo de baremo intermedio.
Sigo preguntándome y preguntándome, pues el problema no es, desde luego, la falta de periodistas. Joan «MrMotijoan» Cebrián, Pablo Municio o Jordi Laguía son solo algunos que se me ocurren a vuelapluma y que no se encuentran entre los nominados. Quizás el problema resida en el título. Conscientes de lo dificultoso y sufrido que resulta para cualquier periodista el ejercicio de su profesión en los esports, podría haber sido una alternativa cambiar la cabecera a «Mejor reportero» o «Mejor informador». De este modo, podría incluso mantenerse a los nominados. Supongo que a nadie se le debió ocurrir.
Sin embargo, el delito no termina ahí. Entre algunas categorías ciertamente inofensivas, encontramos otras como Creador de contenido del año, Club de esports con mejor proyección o Acción solidaria del año. Me gustaría denunciar cada una de ellas por separado, pues las tres caen en diferentes errores. La primera incluye entre sus nominados a Elm «Elmillor» Cherto, creador de contenido afincado en Andorra y que recientemente ha comenzado a retransmitir directos centrados en slots —máquinas tragaperras— y casino online. Si tuviese que molestarme en explicar lo inadecuado de su presencia entre los nominados es que estamos directamente ciegos.
La categoría Club de esports con mejor proyección es tan ingenua que resulta tierna. Que entre CASE Esports y UCAM —si me apuras— se encuentren Giants Gaming, actualmente una de las mayores organizaciones de esports en España, y MAD Lions, doble campeón de la League of Legends European Championship, resulta ridículo. Pero, sin duda, la que se lleva la palma por absoluta miopía moral es Acción solidaria del año. Claro que, puestos a dar galardones, por qué no competir en cuanto a qué iniciativa ha sido la más loable y, por ende, las no tan generosas. Una carrera por ver quién ha sido más y mejor buena persona es el colmo de la ineptitud, que ni siquiera sorprende. La guinda podrida de un pastel ya de por sí nauseabundo.
La conclusión a todo este esputo de bilis es que no hemos llegado al punto en que podamos otorgar premios a los esports en España. Ojalá estuviésemos ahí, en ese futuro que debería ser imaginable, pero no lo estamos. Una evidencia que debería resultar cristalina para las grandes organizaciones, y todavía más para las personalidades de los deportes electrónicos. A estas alturas, no voy a esperar ni la más remota responsabilidad social a las corporaciones; no existe. Lo que sí demando a quienes llevan las riendas, que no son más que personas —como tú y como yo— en puestos de poder, es un mínimo de perspectiva.
No valoramos dónde estamos ni somos conscientes del estado de nuestro entorno, y me atrevo a pensar que esa es la fuente de todos los problemas.